Liz Rodríguez pide para comer, y se suelta llorando con el llanto de la desesperación. Joven, con una niña pequeña en los brazos quien se le acurruca en busca de protección, Liz no duda en revelar que ya en su
hogar no tienen nada qué comer.
La espera para que se termine el encierro por la pandemia, se volvió angustiante para sus víctimas más vulnerables, las familias de la clase trabajadora que todo lo perdieron en medio de los cierres de las fábricas, la cancelación de las construcciones y el “quédate en casa” que no es soportable sin comida.
