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Aprende a leer a los 64 años, decide ser estudiante ejemplar a pesar de tener una vida de lujos

** La edad no es un impedimento para superarse y aprender con el apoyo de asesores en el ICHEA

“Recomiendo a las mujeres jóvenes que no se casen a temprana edad, que primero estudien, para que se puedan superar en la vida”: Elena Lozoya

Elena Walkiria Lozoya Moreno, de 64 años de edad, comenzó a construir el sueño de su niñez: aprender a leer y escribir, sin importarle la posición económica, dinero y lujos que le dejó su matrimonio, por lo que se inscribió en el Instituto Chihuahuense de Educación para los Adultos (ICHEA), en donde se ha convertido en una estudiante ejemplar.

A los 15 años, la vida de Elena, originaria ciudad Madera, Chihuahua, cambió por completo cuando decidió casarse, al conocer en la comunidad de Chuhuichupa al que dijo “era el hombre de mi vida”, el doctor Rolando Oest, de 52 años, con quien vivió ilusionada a pesar de su corta edad.

Quedó huérfana de padre desde los 4 años, sin embargo, recuerda haber tenido una infancia feliz con sus 16 hermanos y su madre, pues trabajaban en familia y apoyaban a su madre en las actividades del rancho.

La lejanía de la localidad, los escasos recursos y las pocas posibilidades de desarrollo, fueron el principal motivo por el que Elena no pudo estudiar cuando era niña, pues además de que existían pocas escuelas, estaban fuera de su alcance, ya que únicamente la gente “adinerada” podía acudir.

Ante esta situación, dedicó su tiempo al trabajo, a cuidar a los animales de la granja, a sembrar cosechas y a realizar labores domésticas en casas de productores y ganaderos, además de continuar ayudando a la familia, por lo que los tiempos de estudio se le pasaron. Helena recuerda con tristeza, que en ocasiones la gente se aprovechaba de ella porque no sabía leer, escribir o contar, y por esa razón, tenía que confiar en otros cuando de dinero se trataba.

Ya casada con el doctor, la llevó a vivir a Cuernavaca, en el estado de Morelos, en donde la vida le cambió por completo, pues, dice, era una joven que a su corta edad ya era consentida, la trataban muy bien, y la integraron “a la alta sociedad” a la cual no estaba acostumbrada, “me enseñó a vestirme, a hablar y a comportarme con sus amistades y sus pacientes, siempre con mucho respeto… aprendí mucho de medicina viendo, porque en realidad no entendía mucho, yo seguía sin saber leer y escribir, y la gente no se daba cuenta”.

Su matrimonio duró 5 años, pues quedó viuda a los 20 y del fruto de esa unión nacieron 2 hijos: Rolando quien estudió para contador público y falleció a los 34 años, y Alfredo el menor, quien actualmente se desempeña en la milicia.

Con más madurez, ella decide rehacer su vida y se casa con un ejidatario llamado Socorro Bencomo, quien actualmente es su esposo “ya llevamos 40 años unidos”.

Contando con estabilidad económica, emocional y experiencia en su vida, Elena se dio cuenta de que la educación y la lectoescritura son necesarias para complementar el desarrollo personal, por lo que al enterarse que muchas personas en ciudad Madera mencionaban una institución relacionada con la educación para los adultos, decidió preguntar.

Finalmente, a sus 64 años ingresa al ICHEA de Ciudad Madera, en donde asistió a la plaza comunitaria todos los días, empezó con su alfabetización y ahora estudia la primaria, apoyándose en una asesora, mostrando un gran avance en su lectura, escritura y en general en sus clases.

Además del ejemplo que le significa el haber comprobado que la edad no es un impedimento para superarse y aprender, ella quiere dejar un mensaje adicional: “Recomiendo a las mujeres jóvenes que no se casen a temprana edad, que primero estudien, para que se puedan superar en la vida”.

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